¿Te ha pasado que al conocer a tus referentes se te ha caído un mito? Seguro que sí ¿pero qué tiene que ver esto con producto?
Hay un mantra que repetimos en mi casa, toda la familia, nos lo decimos unos a otros. Es el siguiente: «Si no sabes algo, pregunta».
Y es que al mundo de producto generalmente se llega por casualidad, sabiendo poco, experimentando mucho y preguntando más. Poco a poco te rodeas de personas que te sirven de mentores, de coaches, de referentes a muchos niveles, y podemos quedarnos aquí atrapados.
Mata a tus referentes con el cuchillo de la sabiduría. La sabiduría es la suma de los aprendizajes que has obtenido de tus experiencias y que han envejecido de forma que puedas compartirlos.
Sin embargo, la vida rápida nos está llevando por el camino corto, por los atajos, y en lugar de vivir nuestras propias experiencias buscamos la vía rápida: nutrirnos de las experiencias de otras personas. No estoy diciendo que no debamos tener mentores, o referentes, todo lo contrario, el aprendizaje por interdependencia social es fundamental.
Tener referentes, bien. Tomar decisiones teniendo en cuenta la información que puedan aportarte, bien. Idealizar y generar dependencia de tus referentes, mal.
Te cuento una historia.
El pasado domingo estaba en el sofá a punto de quedarme dormido mientras mis hijos jugaban, y me puse a mirar el móvil. Mi pareja pasó por el salón y me dijo «¿te traigo un libro?». No había sido consciente de la imagen que estaba dando a mis hijos y, sinceramente, prefiero un libro. Buscó en la estantería y me acercó un libro random (o no tanto, quizá con más intención de la que yo pensaba al principio).
Leí lo siguiente (probablemente vaya a la cárcel por copiar este texto de un libro sin pedir permiso, decídle a mi familia que la quiero):
Si bien solemos sentirnos agradecidos a nuestros referentes por iluminarnos e inspirarnos, no hemos de caer en el error de idealizarlos. Al encaramarlos a un pedestal, creamos una distancia emocional entre ellos y nosotros que nos lleva inconsciente mente a infravalorarnos. Se trata de un sutil mecanismo de defensa por el cual nos autoconvencemos de que ellos pudieron manifestar cierta grandeza por estar en un nivel superior al nuestro. Pero esa creencia no es más que puro autoengaño, que trata de tomar el control para limitarnos.
Además, cuando idealizamos a alguien es una simple cuestión de tiempo que termine por defraudarnos. Y no porque sea un farsante -que puede que lo sea-, sino porque de pronto descubrimos algún detalle de su vida que no encaja con la imagen distorsionada que nos habíamos creado de él en nuestra cabeza. Sin embargo, la decepción que sentimos es problema nuestro, no suyo: es la consecuencia de haberlo endiosado.
Al igual que tú y que yo, nuestros referentes son seres humanos. Y por tanto, también albergan un lado oscuro. Todos tenemos defectos, debilidades, contradicciones, incoherencias y mediocridades. Ellos también. De hecho, es importante saber de qué pie cojean y cuál es la piedrecita con la que suelen tropezar. Solo al humanizar a nuestros referentes empezamos a velos tal y como son. Y comprendemos que si ellos pudieron, nosotros también podemos.
Otro error que solemos cometer es imitar a nuestros referentes y pretender ser como ellos. De hecho, algunos emplean la técnica del modelaje, identificando y replicando los patrones de éxito de las personas a las que admiran con el objetivo de cosechar sus mismos resultados. En vez de convertirse en sí mismos se han vuelto como sus referentes, lo cual es un claro síntoma de que mantienen con ellos una relación bastante limitante y potencialmente tóxica.
Se requiere de mucha humildad para seguir y aprender de alguien. Pero también de mucha valentía para atreverse a soltarlo y dejarlo ir. En nuestro camino hacia el verdadero autoconocimiento y madurez espiritual es fundamental que tarde o temprano matemos a nuestros referentes. Sólo así nos convertimos, finalmente, en nuestro propio referente. En última instancia, nosotros somos el maestro, el guía, el faro y la brújula que necesitamos para tomar nuestras propias decisiones en la vida.
Todo lo que admiramos en su día en nuestros referentes lo vimos, en primer lugar, porque estaba dentro de nosotros mismos. Ellos tan sólo nos hicieron de espejo. Nos ayudaron a ver algo que se encontraba oculto en nuestro interior más profundo. Y por ello siempre ocuparán un lugar destacado en nuestro corazón. Lo más bonito de este proceso de aprendizaje y transformación, es que en el preciso momento en que nos convertimos en nuestro propio referente, empezamos -casi sin darnos cuenta- a ser un referente para otros.
¿Qué podemos aprender entonces?
- Primero, que nuestro comportamiento como líderes influye en las personas de nuestro equipo y nuestro entorno. Si me pongo a mirar el móvil mientras mis hijos juegan, están aprendiendo. De hecho tu equipo de producto aprende cuando no le enseñas, con tu ejemplo.
- Segundo, que como todo, tu proceso de aprendizaje que te llevará a la sabiduría responde a un proceso, es decir, un camino que se inicia desde lo que no sabes que no sabes hasta aquellos que ya sabes que sabes.
- Tercero, que en nuestro proceso de aprendizaje, con nuestro equipo de producto, nuestros clientes, nuestro negocio, habrá un momento para avanzar y soltar la mano de tus referentes para caminar por tu cuenta. Es importante que identifiques este momento para no quedarte atrapado como una eterna promesa, como Guti.
Y, por último, pero no menos importante.
Tus referentes son una herramienta que usas para conseguir tu propósito. Como toda herramienta, no te dirige, te informan y tú tomas las decisiones, tú eres responsable de dichas decisiones y de esta forma construyes tu camino de aprendizaje.
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