¿Alguna vez has estado en una reunión post-vacacional con tus stakeholders donde te ves forzado a decidir entre dos opciones que parecen completamente opuestas? Algo así como: "O lanzamos esta feature ya mismo, o perdemos la oportunidad para siempre".
Así, sin anestesia. Y tú, ahí, en medio del dilema, sudando más que en agosto, con la mirada de un Carlino perdida en el horizonte infinito.
Bueno, pues eso tiene nombre: se llama Falso Dilema. Una falacia que nos hace pensar que sólo tenemos dos opciones, cuando, en realidad, hay un abanico de posibilidades que ni siquiera hemos explorado.
Como cuando le digo a mis hijos: o te comes el brócoli salteado o la coliflor a la plancha. No existen más opciones, en el mundo, en el universo, que estas dos comidas desde la singularidad que llevó a la humanidad a comprar frutas y verduras en Mercadona a las ocho de la tarde. La raza humana ha dejado de fabricar comida y sólo existen estas dos verduras súper nutritivas y súper poco apetecibles para el paladar. Debéis elegir, hijos míos.
Aquí es donde entra en juego la lógica difusa. Porque, a ver, la lógica binaria está muy bien para los circuitos y las máquinas: o es 0 o es 1, o verdadero, o falso. Brócoli o coliflor.
Pero en la vida real, en la gestión de productos, las cosas rara vez son tan claras. ¿El usuario va a amar u odiar nuestra nueva funcionalidad? ¿Debemos lanzarla ahora o nunca? La respuesta, como dirían los filósofos, es más tirando a "difusa". Quizá deberíamos empezar a pensar en términos de “parcialmente verdadero” o “un poco falso”. Ya sabes, como cuando dices que tu verano ha sido "medio bueno": no fue perfecto, pero tampoco fue un desastre total.
La lógica difusa te permite navegar en esas aguas grises donde la lógica binaria simplemente no tiene sentido. Y eso, como Product Managers, nos viene de perlas. Porque, seamos sinceros:
El trabajo de PM no se trata de elegir entre blanco o negro, sino de lidiar con todas las tonalidades de gris que hay en medio.
No es cuestión de decidir si una feature es “buena” o “mala” para el producto, sino de evaluar cuánto valor aporta realmente y cómo se alinea con la estrategia, la visión y, por supuesto, con las expectativas de esos maravillosos stakeholders que siempre quieren todo para ayer.
Imagina que, en lugar de dejarte atrapar por el falso dilema de “lo hacemos o no lo hacemos”, aplicas un poco de lógica difusa.
Tal vez decidas lanzar una versión beta para un subconjunto de usuarios, probarla, medir los resultados y entonces decidir si merece la pena seguir adelante. Tal vez la respuesta no sea “sí” o “no”, sino “todavía no” o “en parte sí, pero…”. Así, evitas esos extremos que sólo generan presión innecesaria y, de paso, demuestras que no sólo tienes capacidad de decisión, sino también de adaptación. Que, al final, es lo que cuenta. Aquí van un par de ejemplos.
Imagina que tienes una nueva funcionalidad que, según tus análisis, tiene un 70% de probabilidad de mejorar la retención de usuarios en un segmento específico. ¿Lanzarla o no lanzarla? En lugar de un simple “sí” o “no”, puedes decidir un lanzamiento limitado: la función se desplegará sólo para el 30% de los usuarios dentro de ese segmento que ya han mostrado un 60% de afinidad con funciones similares en el pasado. Con esto, no estás apostando todo a una jugada, sino midiendo y ajustando sobre la marcha, basándote en datos que, si bien no son absolutos, te dan una dirección clara para afinar la estrategia.
Otro ejemplo: tienes un proyecto que podría incrementar en un 50% las conversiones, pero sólo para usuarios que interactúan con tu producto más de 5 veces al día. ¿Lo implementas para todos? ¿Sólo para ese grupo? La lógica difusa te permite hacer un despliegue parcial, un A/B test donde el 40% de ese grupo ve la nueva funcionalidad, y el 60% restante sigue con la experiencia anterior. Así, no sólo reduces riesgos, sino que también te das espacio para aprender y ajustar antes de un lanzamiento completo.
Sí, genial, entiendo, pero ¿cómo puedo aplicar esto en mi día a día como Product Manager?
- Mide en rangos, no en absolutos: Cuando analices el impacto potencial de una nueva funcionalidad, trabaja con probabilidades y rangos. En lugar de buscar una única cifra de éxito, define un rango de resultados aceptables (por ejemplo, un 40-60% de incremento en la retención). Esto te permitirá tomar decisiones más flexibles.
- Aplica el “Lanzamiento Difuso”: No todo tiene que ser blanco o negro. Considera hacer lanzamientos por fases, testeando primero con un subconjunto de usuarios y ajustando en función de los resultados antes de un despliegue completo. Así, manejas mejor las expectativas y minimizas los riesgos.
- Segmenta tus decisiones: No todas las decisiones tienen que aplicarse a toda tu base de usuarios. Segmenta y personaliza. Puedes decidir que una funcionalidad se implemente sólo para un 25% de los usuarios que cumplen con criterios específicos, dejando al resto con la experiencia anterior hasta tener datos concluyentes.
- Comunica en términos de probabilidades: Cuando hables con tus stakeholders, utiliza el lenguaje de la lógica difusa. En lugar de prometer resultados absolutos, explica las probabilidades y escenarios posibles. Esto no sólo gestiona mejor sus expectativas, sino que también te protege de comprometerte a algo que no puedes garantizar al 100%.
- Evalúa continuamente: La lógica difusa se basa en la adaptación constante. Después de cada iteración, revisa los resultados, ajusta tu estrategia y decide los siguientes pasos. No te quedes con un “sí” o “no” inicial; siempre hay espacio para ajustar y mejorar.
Incorporando estos enfoques no sólo estarás manejando mejor la incertidumbre y los riesgos, sino que también estarás preparándote para tomar mejores decisiones, más informadas y flexibles, adaptadas a las realidades complejas del producto y su entorno. Porque, al final del día, la flexibilidad y la capacidad de adaptación son las claves para navegar en el siempre cambiante mundo del Product Management.
Entonces, la próxima vez que alguien te ponga entre la espada y la pared, recordando el sol abrasador de agosto, respira hondo y piensa en la lógica difusa. Recuerda el brócoli y la coliflor (olvida la piña). Recuerda que la realidad rara vez se ajusta a las opciones que te presentan como únicas. Y cuando te pregunten si lanzarás esa feature que han estado esperando durante meses, puedes responder: “¡Gracias por la propuesta! Vamos a explorar otras posibilidades primero” mientras silbas “esto lo hago pa’ divertirme, pa’ divertirme, pa’ divertirme”, con una sonrisa en la cara, claro. Porque nada deja más desconcertado a un stakeholder que un PM seguro de que la vida, y los productos, son mucho más que una simple elección binaria.
Así que, te propongo esto: empecemos a aplicar la lógica difusa a nuestras decisiones de producto. No todo es blanco o negro, no todo es un sí o un no. A veces, lo mejor que podemos hacer es movernos en ese espectro intermedio, donde las mejores decisiones nacen de la combinación correcta de factores. Y, de paso, recordemos que la vida no tiene por qué ser tan seria. Al final, todo se trata de navegar las opciones, decidir con cabeza y no perder nunca el sentido del humor. Porque, al fin y al cabo, estamos todos en el mismo barco. Y a veces, ese barco necesita girar un poco para no chocar contra el iceberg.
Para no perderte las próximas editoriales, suscríbete a la newsletter A Product Letter. El primer miércoles de cada mes, en tu correo 💌
Foto de Freepik